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"Juro por mi..."

  • Writer: Zaimeé Bonilla
    Zaimeé Bonilla
  • Feb 18, 2024
  • 3 min read

Updated: 1 day ago

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Qué fijación aquella la de pensar que en una librería tenía que encontrar al amor de mi vida. Fueron tiempos extraños, plagados de soledad, de negación y de irracionalidad. Introspecciones eternas enmarcadas entre un mundo totalmente utópico y la realidad. No tenía pues otro referente: libros, películas, series y hasta canciones románticas divagaban lánguidas en mi subconsciente. Trabajaba ya, mis años de colegiala ingenua habían terminado con un amargo sabor a fracaso sentimental, y al entrar al campo laboral fue cómo si me hubiera chocado contra una pared que solo permitía que traspasasen mis habilidades profesionales meramente. No se si para bien o para mal, pero así se sentía y yo pues...


A tropezones pasé de uno a otro y pensaba que era solo mala suerte. Y aunque en más de una ocasión fui elevada al pedestal de las que se enamoran a primera vista, así mismo caía reventada para darme, en cuestión de nada, otra oportunidad. Tinder y Match.com no existían aún. O conocías a la gente de frente, o no tenías break. ¡Qué mala era para eso! Cara bonita, ojos pintados, sonrisa espectacular, y la boca bien cerrada, porque las mujeres inteligentes siempre tienen las de perder cuando tratan de flirtear. Era eso, precisamente, lo que me colocaba en desventaja, creo yo, porque fea nunca he sido.


La cuestión es que para aquel entonces hacía su entrada triunfal en Puerto Rico la cadena de librerías Borders. Dos pisos repletos de libros (en inglés mayormente), un olor a libro nuevo que me transformaba no más entrar a Plaza, y un Café que impregnaba el ambiente con olores no antes conocidos y que prometía, según yo, la cita con el amor de mi vida. Con el pretexto de "estudiar", me trasladaba con todo y libros de la maestría hasta aquel mágico aposento que me desprendía de mi dinero en cuestión de nada. Horas muertas pasé con un café achocolatado, frío ya de tanto esperar, y las ganas de ver entrar por las anchas puertas a aquel que me flecharía el corazón. Cuando no estaba en el segundo piso, me acomodaba en alguna esquina a "leer" cualquier libro que no podía comprar, o si no, me paseaba por el departamento de música donde gratuitamente podía escuchar aquellos discos de jazz que tanto me cautivaban. Cabe mencionar que irónicamente nunca he sido capaz ni de leer ni de estudiar en lugares con mucho ruido y menos aún escuchando música.


Y así pasaban los días, entre el Café, los estantes y los audífonos, las miradas furtivas, los quizás y alguna que otra trufa de Lindt para endulzar la amargura de otra jornada más sin haber conocido a mi media naranja. De Plaza comencé a cambiar el escenario al Borders de Carolina. Más aislado, menos gente, mismas áreas, misma estrategia, menos suerte. Iba sola, con mis amigas, iba de día, de noche... Iba pues en cualquier oportunidad que tuviera, pero con la misma mala suerte de no poder experimentar lo que a viva voz cantaba con Arjona "juro por mi que solo fui por un café, pero te vi". Y nunca lo vi, nunca lo conocí. Nunca se cruzaron nuestras miradas ni se apagaron las lueces quedando solo nosotros.


En mi cuarto se comenzaron a notar ya las estibas de libros comprados bajo el arrebato de aquellos meses de incertidumbre en los que a la fuerza pretendía llenar un espacio que solo pertenecía a la casualidad. Pero Borders no fue el único escenario de mis desvaríos sentimentales. En el Viejo San Juan y hasta en Río Piedras buscaba yo arrinconarme en alguna librería que sirviera para mis propósitos no necesariamente intelectuales. Y fue así como enganché los guantes. Sonaba por aquel entonces la plataforma de My Space que prometía, sin todo lo antes mencionado, facilitar el terreno para los que como yo no eramos muy fortuitos en cuestiones del amor y necesitábamos un empujón que no involucrara el gasto excesivo de dinero ni la pérdida de la racionalidad.


Es curioso como hoy día al entrar en alguna librería aún se asoman a mi cabeza aquellos fantasmas de búsqueda que tan mal sabor me dejaron. Pienso si en realidad alguien haya tenido la "suerte" de coincidir en una tienda de libros y casualmente al voltear la mirada, al levantar la mano frente al estante, se rozaran los meñiques de tan sutil manera que no hubiera forma de volver atrás. Pero solo pienso, por que aquel laboratorio para el que tantas veces intenté probar la teoría, me arrojó en frente la respuesta de que el amor no se fuerza, ni se busca, el amor pasa, solo si lo

ves.



 
 
 
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